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HABITAR Y OFICIO
Las casas coloniales habaneras se adaptaron al clima cálido y húmedo de la isla. Incorporaron patios interiores, corredores con columnas, techos altos y grandes puertas, todo ello orientado a la ventilación cruzada y al confort. Estas soluciones constructivas eran una fusión de tradiciones andaluzas y mudéjares, combinadas con saberes constructivos afrocaribeños.
El desarrollo de los oficios urbanos acompañó esta diversidad. Carpinteros, herreros, toneleros, zapateros, curtidores y un sinnúmero de artesanos africanos y criollos se instalaron en la ciudad, organizados en gremios o talleres familiares. Su presencia aportó una riqueza de técnicas y estilos que enriquecieron tanto la

arquitectura como la vida cotidiana. El puerto, que canalizaba mercancías procedentes de toda América y de Europa, demandaba además estibadores, calafates, pilotos y artilleros, multiplicando la variedad de oficios y saberes. En este sentido, La Habana se convirtió en un espacio de aprendizaje colectivo, donde el contacto constante con personas de diferentes orígenes generó un mestizaje técnico y cultural.
“En cuanto a la iglesia del Santo Cristo […] Dos arcos de desigual amplitud proyectan una amplia zona de sombras en la fachada que nos dan la nota de profundidad inherente al barroco.”
Santovenia, 1935
No es solo decorativo, sino que expresa una cualidad esencial del barroco: la búsqueda de profundidad, contraste y dramatismo en la forma. Que también se encontraba en las viviendas.

Ilustración fachadas
Joaquin Weiss - La Arquitectura Colonial Cubana

Viviendas
Joaquin Weiss - La Arquitectura Colonial Cubana
Estos inmuebles reflejaban no solo criterios funcionales sino también jerarquías sociales y valores culturales que la sociedad habanera proyectó en sus espacios privados.
Materiales y técnicas constructivas
La mayoría de las casas principales de La Habana se levantaron con muros de mampostería de piedra coralina, extraída localmente, lo que les otorgaba resistencia ante el clima tropical y la amenaza de huracanes. Los techos se construían con vigas de madera y cubiertas de teja, a veces con refuerzos de ladrillo (Nicolini menciona que la ciudad mantuvo un patrimonio de balcones de madera con celosías, que fueron característicos de su paisaje urbano - Pág. 1095). Estos balcones cumplían la doble función de regular la ventilación y al mismo tiempo proteger la intimidad doméstica, actuando como mediadores entre el espacio público y el ámbito privado.
En las casas más humildes, se usaban materiales menos duraderos, como paredes de tapia, techos de guano o madera, reflejando así la desigualdad social plasmada en la arquitectura.



Organización interna: el patio como corazón de la casa
El modelo de casa patio dominó la arquitectura doméstica de la élite habanera. El acceso se hacía por un zaguán, que conectaba directamente con el patio central: un espacio abierto que garantizaba luz y ventilación cruzada en el interior. Este patio, además de ser lugar de reunión familiar, servía para múltiples tareas: cocinar, lavar, atender animales menores o realizar pequeños trabajos artesanales.
Alrededor del patio se organizaban las principales estancias de la vivienda: la sala de recibo, decorada con muebles traídos de Europa, habitaciones de la familia, almacenes y la cocina. Las viviendas más acomodadas incluían también habitaciones para los esclavos domésticos, que solían situarse en corredores laterales o en dependencias traseras.
“En el puerto de La Habana, la plaza comercial es, a la vez, la del convento de San Francisco”
Alberto Nicolini - Pág. 1093
Revelando que la vivienda de los grupos dominantes no podía estar alejada de los centros de decisión económica y social de la ciudad. La relación con la ciudad y el comercio, la ubicación de estas casas, especialmente las de la élite, estaba ligada a su cercanía a la plaza mayor, a las plazas conventuales y al puerto. Esto les garantizaba acceso rápido a los circuitos de comercio y a la vida política y religiosa.