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RIQUEZA MILITAR

La Habana, desde sus primeros momentos coloniales, se concibió como plaza fuerte y cabeza de puente del poder español en el Caribe. Su situación estratégica, en la salida del golfo de México y en el cruce de rutas hacia la península ibérica, la convirtió en un enclave prioritario para la Corona, tanto en el aspecto económico como militar. Así, la arquitectura defensiva pasó a ser no solo una respuesta funcional frente a las amenazas externas —piratas, corsarios, potencias enemigas— sino también un mensaje de dominación y prestigio.
Las primeras defensas de la ciudad fueron precarias, consistentes en empalizadas de madera y elementos improvisados. Sin embargo, tras ataques reiterados en el siglo XVI, la Corona ordenó la construcción de obras permanentes. La Fortaleza de la Real Fuerza, terminada hacia 1577, es el primer exponente de la arquitectura militar en piedra en América hispana. Su planta cuadrada con baluartes en las esquinas reflejaba el modelo renacentista europeo, adaptado al Caribe. Este edificio, aún conservado, evidencia cómo la arquitectura militar en La Habana no solo protegía sino que también articulaba el urbanismo circundante, sirviendo de sede de la autoridad civil y militar. Utilizaba bastiones (forma de estrella) para defenderse de las balas de cañón.
“Allí se halla situado el hermoso puerto de La Habana, fortificado por la naturaleza y aún más, por el arte”
Alexander Von Humboldt - Transformacion urbana en Cuba: La Habana


En el siglo XVII, la ciudad continuó su reforzamiento. Como subraya Humboldt al referirse a la posición de La Habana, la integración entre el relieve natural y las obras de ingeniería fueron clavea. En este sentido, el Castillo de los Tres Reyes del Morro (terminado en 1630 aproximadamente) domina la entrada de la bahía con una silueta monumental. Su ubicación sobre un promontorio rocoso, junto con su poderoso sistema de artillería, demostraba no solo la voluntad de defensa sino la capacidad técnica de la monarquía hispana.
Castillo del Morro
Plano Castillo del Morro. 1593 - Joaquin Weiss
Posteriormente, el sistema defensivo alcanzó su máximo desarrollo con la construcción de la Cabaña y el cierre completo del recinto amurallado de la ciudad. Estas murallas, con su perímetro de casi 5 km, reflejaban la visión barroca de la guerra defensiva, buscando controlar accesos y consolidar el poder urbano. La monumentalidad de la muralla no era un simple gesto militar, sino un elemento que definía la jerarquía espacial de la ciudad, separando el interior protegido —residencia de las élites, centros administrativos y religiosos— de la periferia menos favorecida.
“Los espacios fortificados fueron una constante en los puertos del Caribe […] Las murallas se convirtieron en elementos homogeneizadores del perímetro urbano…”
Alberto Nicolini - La Ciudad Hispanoamericana en los Siglos XVII y XVIII

Esta cita Nicolini evidencia cómo la defensa militar no solo sirvió como protección ante ataques de corsarios o potencias rivales, sino que también terminó configurando la identidad misma de la ciudad. Las murallas de La Habana, junto a su arsenal, sus astilleros y la infraestructura portuaria, conformaron una riqueza militar que sostenía la hegemonía española en el Atlántico, proyectando la imagen de poder y control de la monarquía en América.
En síntesis, la arquitectura militar habanera configuró el rostro de la ciudad un largo periodo. Sus castillos, fortalezas, baluartes y murallas no fueron meras estructuras técnicas, sino símbolos del poder colonial, que organizaron el espacio urbano y dejaron una impronta hasta hoy reconocible. La Habana es ejemplo de cómo la arquitectura militar —lejos de ser un simple dispositivo bélico— define la cultura, la identidad y la memoria de un territorio.
Plano Castillo de La Real Fuerza. 1577 - Joaquin Weiss